viernes, 7 de noviembre de 2008

LOS MEJORES DEL TERCER PERIODO 2008

Por Equipo de Pequeños Maestros

La gran preocupación de la comunidad educativa se centra fundamentalmente en el rendimiento académico, en la convivencia de sus educandos y en su relación personal con los docentes. Aprovechando los días de Amor y Amistad, el viernes 10 de octubre se publicó el cuadro de honor con los mejores estudiantes según la opinión de ellos mismos.

Hoy queremos exaltar a aquellos estudiantes que en la opinión de los docentes, fueron los mejores en el Tercer Periodo Académico del 2008, tomando como referencia datos estadísticos suministrados por Wilmer Guerra Gutiérrez, administrador del Sistema de Información de la institución:

Felicitamos a aquellos jóvenes y aquellas jóvenes que pusieron su máximo empeño para llegar al más alto sitial en cada uno de sus grupos. Igualmente felicitamos a aquellos, que por su perseverancia, su amor propio, su compromiso con sí mismo, el compromiso con sus padres y con la institución, lograron posicionarse como los mejores de su grado. Felicitamos también a aquellos jóvenes que lograron sobresalir como las mejores de su jornada. Y felicitamos muy especialmente a la joven estudiante que alcanzó el máximo desempeño a nivel de la institución.

Conseguir estos lugares de privilegio requiere de un gran compromiso, pero es una gran satisfacción. Los invitamos a seguir con el mismo entusiasmo, y a los que no llegaron a estos lugares, recuerden lo que dijo El cacique de la Junta”: “los de adelante no están lejos si los de atrás se apuran”.

Nota: Los informes de la Jornada Nocturna se entregan semestralmente, por ello, no hay registro en sistemas.

EDUQUEMOS EL CORAZÓN

Por Lic. Jorge Henríquez Freile

A menudo solemos escuchar quejas de los padres de familia sobre la falta de solidaridad que tienen los jóvenes de hoy con ellos cuando están en aprietos o necesitando una mano amiga. Esto es tan frecuente y, a la vez, preocupante ya que muchas madres lloran inconsoladamente al ver que sus hijos, sean hombres o mujeres, las ven “camellando “duro para sostenerlos en alimentación y estudios y ni siquiera se “mosquean” cuando las ven en apuros. El problema es que no tienen corazón ni valores bien formados.

Cuando se gradúan de técnicos o profesionales derrochan la platica del sueldo en Old Parr, parrandas en fines de semana y celulares costosos, mientras que las madres lloran esa suerte que les ha tocado y que les parte el alma, exteriorizando con lágrimas este infortunio. ¿A qué se deberá esto? Veamos. Los padres de familia hemos acostumbrado a los hijos a que todo lo tengan fácil y rápido, sin luchar, sin meter la mano. Los complacemos en todo y no los enseñamos a esperar los momentos que la vida le va presentando para tener todo lo que quieran.

Están confundidos, pues no saben conjugar el verbo APORTAR, y no lo saben porque los hemos enseñado a recibir pero no a dar.

En el colegio les da pereza todo, no cumplen con los trabajos, les fastidia y les da sueño estudiar, estudiar, hacer un mapa conceptual, una cartelera y unas dispositivas para la exposición. Otros inventan que no van a clases los martes y los viernes porque hay “pico y placa” en el Liceo, y así sucesivamente, desperdiciando la energía y el entusiasmo que los jóvenes deben aportar para transformar las cosas y superar el desgano. Los educadores tenemos un quehacer importante en este sentido, debemos no solamente instruir para que sepan el cómo manejar fórmulas, frases, aparatos, etc.; también tenemos que formarlo en valores sólidos y educarle el “corazón” para que sean buena gente, emprendedores, altruistas y soñadores para que no endiosen el Old Parr y las parrandas y, por el contrario, se fijen metas y retos plausibles para hacer sonreír a sus padres.

Estructuremos su personalidad cultivando su corazón con el mismo empeño con que cultivamos su intelecto para que vean la vida como un desafío fascinante en el hacer y agradecer.

No se le puede dar todo a la juventud, es mejor darle poco y enseñarles a trabajar “a brazo partido” para que no se quejen tanto pues cultivando más el hacer y la gratitud, estamos formando jóvenes con corazón y más generosos con su familia y con la patria.

Como es ya mi costumbre, cierro con esta frase célebre de VIRGILIO: “Un camino sin obstáculos y son formación conduce a algún lugar que no vale la pena”.

DEL ÁMBITO PRIVADO AL PÚBLICO

Por Hans Christian Rangel
Secretario OCE-Guajira

La educación, tanto la superior, como la primaria y la secundaria, no ha sido siempre un problema del Estado. Por el contrario, si se mira la historia de la humanidad, durante un período muy largo fue un asunto de la familia, o con mucha frecuencia de la religión o de los llamados mecenas, gente adinerada que promovía el desarrollo del conocimiento. Es un hecho nuevo en la historia de la humanidad que la transmisión y creación de conocimientos se haya convertido en una responsabilidad del Estado. De manera que cuando ahora se habla de volver a convertir la educación en un compromiso de la familia, o de los particulares, estamos hablando de introducir un factor regresivo supremamente grave, porque se trata de hacernos retroceder a épocas pretéritas.

¿En qué momento se convierte la educación en una responsabilidad del Estado? ¿Por qué razones? Es fácil verlo, porque esta es una de las características de la creación del capitalismo. En el feudalismo y en los modos económicos anteriores, la educación era privada en términos generales, bien sea por la vía de la familia, o por las instituciones religiosas o por la del mecenas.

Los modos productivos anteriores al capitalismo tienen como una de sus características fundamentales reproducirse a sí mismos sin modificar la base técnica y científica. Si se toma la agricultura feudal o la de modos anteriores, lo que uno encuentra es que los procesos productivos se repiten y evolucionan muy lentamente. No es que no evolucionen, sino que lo hacen con una lentitud tal que hasta llega uno a pensar que no se mueven. Es obvio que en una sociedad cuyo aparato productivo se modifica con suprema lentitud, el conocimiento con el cual se creó ese determinado modo de hacer las cosas va a estar bien por años y años, mientras se siga haciendo de la misma manera. Esos son modos que tienen como característica que las cosas se hacen como se hacen. Un ejemplo, durante milenios el vino se hizo exactamente igual y, por ende, el conocimiento no tenía por qué transformarse.

Uno de los aportes más importantes que va a hacer el capitalismo en su fase revolucionaria y progresista es que establece la transformación incesante como una manera de hacer las cosas. De lo contrario no podría desarrollarse. Se entiende fácil con el ejemplo de la ropa: se dice con frecuencia que la ropa se mueve mucho porque así lo exige la moda. No. Lo que se mueve mucho es la forma de hacer las cosas, la tecnología para hacer la ropa. Los cambios rápidos terminan convirtiéndose en algo que parece una moda caprichosa, pero lo que está es obedeciendo a una revolución incesante, como pasa también con la manera de fabricar zapatos. Es apenas natural que si se trata de revolucionar la producción, se necesita una sociedad que sea capaz de crear conocimiento al mismo ritmo. Y se precisa que haya cada vez más gente involucrada en la creación y transmisión de conocimientos. Lo que hace entonces el capitalismo es plantear: si la tarea de crear conocimiento se la dejamos a las familias, a las organizaciones religiosas o a los mecenas, no va a ser capaz de sustentar el desarrollo productivo.

El Estado, único capaz de financiar educación masiva de alto nivel

El que asume entonces la formación de conocimiento es el Estado, por ser el más fuerte aparato económico con que cuenta la sociedad capitalista. Dicho de otra manera, solo el Estado se halla en capacidad de financiar un aparato educativo que cubra a toda o casi toda la población. Recordemos que antes del capitalismo la norma era la ignorancia. En el medioevo, hasta los señores eran analfabetos. El capitalismo, por el contrario, no se concibe en medio del analfabetismo absoluto. ¿Cómo educar a todo el mundo? ¿Cuánto vale enseñarle a escribir y a leer a todo el mundo? ¿Cuánto valen los profesores que necesita la tarea? ¿Cuánto cuesta construir aulas? Además, no solo hay que enseñar a escribir y a leer, sino también enseñar matemáticas y desarrollar ciencia, conocimientos. Pero si a lo anterior se le suma que hay que correr las fronteras del conocimiento cada vez más allá y adentrarse en conocimientos complejos, únicos capaces de sostener un mundo moderno, por supuesto que estaremos hablando de costos de proporciones absolutamente astronómicas. Que resulta imposible financiar de otra manera, repito, que no sea con fondos del Estado.

Digamos también que es de la naturaleza del capitalismo que millones y millones de personas no salgan de la pobreza, así aprendan a leer y a escribir. Es una de las características propias de este modo de producción. Por ello, si se trata la educación como una mercancía cuya calidad esté sujeta a lo que la gente pueda pagar, acabará implantándose por supuesto una calidad mediocre.

Todos en Colombia somos especialistas en defender la educación pública como un factor de movilidad social. Queremos una educación pública con amplísima cobertura para que los hijos de los pobres puedan estudiar y ojalá dejen de ser pobres o sean menos pobres que sus padres. Se trata de una reivindicación democrática que es correcto y justo defender. Pero ese no es el único argumento para defenderla. Ningún país puede desarrollarse sin educación pública, pues el Estado es el único en capacidad de pagar una educación de alto nivel. Lo voy a explicar de otra manera. La educación superior privada es en casi todos los casos educación de mala calidad, o por lo menos con la calidad lastrada por la realidad de las matrículas, muy caras a la hora de pagarse, pero muy bajas a la hora de financiar buenas instituciones. Es el problema de toda mercancía. Un plato de comida de cien dólares en un restaurante de lujo puede incluir meseros disfrazados de señores feudales y cubiertos de plata. Pero uno de quinientos pesos quizá sea en una plaza de mercado, con el plato clavado a la mesa y el último que use la cuchara la limpia con la lengua. Sucede lo mismo con la salud cuando se vuelve mercancía. Si yo soy millonario, disfruto de una salud privada de altísima calidad, con junta médica a mi servicio, pero si soy muy pobre me queda recurrir a San Martín de Porres o a un yerbatero.

Entonces se nos vuelve urgente, jóvenes, entender estos fenómenos, organizarnos y defender nuestros derechos, que, finalmente, son derechos de la nación colombiana. Porque si algún derecho ha de tener nuestra nación es a gozar de un aparato educativo que le garantice el acceso a los conocimientos complejos, una de las llaves del desarrollo. No permitamos de ningún modo que se nos imponga desde afuera un país parecido al de la Colonia española, mero abastecedor de materias primas para el mercado mundial, comprador de bienes manufacturados en los países avanzados del planeta y con un atraso cultural espantoso.

Organización Colombiana de Estudiantes, OCE